Cuando llegué a Bélgica, uno de los aspectos culturales que más me llamó la atención fue el uso tan diferente que hacen de sus espacios religiosos, en comparación con lo que estoy acostumbrado en España. Mientras que en mi país una iglesia o cualquier espacio sagrado se concibe como un lugar que debe ser respetado exclusivamente como sitio de culto, aquí en Bélgica se adoptan enfoques mucho más flexibles y modernos para el uso de estos sitios. Estos lugares se transforman en espacios polivalentes donde pueden celebrarse desde conciertos hasta eventos sociales, en un intento por darles un nuevo significado y, de paso, recaudar dinero para su mantenimiento y restauración.
Uno de los ejemplos más sorprendentes de esta adaptación es la iglesia de St. Nicolaasplaats. Recientemente, asistí a una fiesta organizada por una asociación estudiantil dentro de esta iglesia, y puedo asegurar que fue una experiencia tan interesante como inesperada. Allí había un DJ poniendo música, gente bailando y, por supuesto, cerveza fluyendo entre el público. Era casi surrealista estar en ese ambiente festivo, en un espacio que, en otro contexto, yo relacionaría directamente con la tranquilidad y el recogimiento.
St. Nicolaasplaats no es una excepción en Bélgica; esta iglesia en particular también se convierte en ocasiones en un bar-restaurante. Lo que más me impacta es la facilidad con la que estos espacios religiosos se integran en la vida cotidiana de la comunidad, en lugar de quedar reservados exclusivamente para fines religiosos. Lejos de ver esto como una falta de respeto, la comunidad local parece valorar este enfoque como una forma de hacer que estos edificios, en lugar de quedar abandonados o en desuso, sigan siendo relevantes y cumplan un propósito en la vida de los ciudadanos, aunque este propósito haya cambiado con el tiempo.
La Necesidad de Innovación para Preservar el Patrimonio
En Bélgica, muchos edificios religiosos son antiguos y requieren de un mantenimiento constante, lo cual supone gastos importantes. En lugar de depender únicamente de las aportaciones de los feligreses o de ayudas gubernamentales, se opta por darle una utilidad pública a estos edificios para generar ingresos adicionales que ayuden a cubrir los costes de conservación. Al organizar eventos, festivales, o convertir los espacios en cafeterías y bares temporales, logran atraer a un público que, probablemente, no entraría en la iglesia por motivos religiosos, pero sí está dispuesto a disfrutar de un buen evento en un espacio arquitectónicamente atractivo y lleno de historia.
Este tipo de uso mixto de espacios religiosos refleja un cambio de paradigma que busca preservar el patrimonio cultural sin que éste quede exclusivamente ligado a la práctica de la fe. Es una muestra de cómo las sociedades pueden adaptarse y encontrar soluciones creativas para que edificios de enorme valor arquitectónico y cultural no caigan en el olvido.
Contrastes con España: La Sacralidad del Espacio Religioso
En España, la relación con los espacios religiosos es más rígida y reverente. Las iglesias y otros lugares sagrados se consideran templos que merecen un respeto absoluto. Aunque es cierto que, en ocasiones, algunas iglesias se utilizan para conciertos de música clásica o exposiciones, rara vez se les da un uso más allá de este tipo de actividades culturales que suelen guardar cierta relación con el ambiente solemne del lugar.
El concepto de «profanar» un lugar sagrado sigue siendo fuerte en la cultura española, lo que se refleja en la reticencia a abrir estos espacios para eventos seculares. En muchos casos, se teme que actividades como las que vi en St. Nicolaasplaats—con música moderna y bebidas alcohólicas—puedan ser vistas como una falta de respeto hacia el carácter sagrado de estos lugares. Quizás, detrás de esta diferencia esté el papel que la religión aún tiene en la vida pública y privada de España, donde gran parte de la población sigue considerando que ciertos espacios deben preservarse exclusivamente para la espiritualidad.
Mi experiencia en St. Nicolaasplaats me dejó pensando en cómo la adaptación de los espacios religiosos al contexto moderno refleja también la flexibilidad y apertura de una sociedad. Bélgica ha logrado dar nueva vida a estos lugares históricos, integrándolos en la vida cotidiana de la comunidad sin que pierdan su esencia. Es una visión innovadora, aunque sin duda un poco chocante para quienes venimos de culturas más tradicionales en este sentido.
Quizás, en el fondo, este uso compartido de los espacios sagrados sea una forma de acercar la historia y el patrimonio a todos, creyentes y no creyentes, de una manera que respeta el pasado y a la vez abre la puerta a una experiencia más inclusiva del patrimonio cultural.
¡Hola a todos! Mi nombre es Lucía Llargués Vilaldach, soy estudiante de Periodismo y Derecho en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Me apasiona la política internacional, la cultura y el arte, tres áreas que me inspiran y me permiten explorar el mundo desde diferentes perspectivas. A través de este blog, quiero compartir con vosotros mi experiencia en Flandes, un lugar lleno de historia, arte y una rica vida cultural. Estoy emocionada por descubrir cada rincón y poder transmitiros todo lo que esta increíble región tiene que ofrecer. ¡Nos leemos pronto!