Malinas es, por desgracia, la gran desconocida de Flandes. Quizás puede pasar desapercibida al situarse cerca de colosos turísticos como Gante, Brujas o Bruselas, pero todo aquel que tenga la oportunidad de visitarla se llevará una alegría y una sorpresa mayúscula. Eso es lo que me ha pasado a mí. Malinas es conocida principalmente por dos cosas: los carrillones y los tapices, y fue lo primero lo que me atrajo a venir. En este post, haremos un análisis a fondo: ¿Qué son los carrillones? ¿Por qué tienen tanta importancia para esta ciudad flamenca? La oficina de turismos de la ciudad ha creado la llamada “ruta de los carrillones”, la cual he tenido la oportunidad de hacer, y de la que os hablaré hoy. ¡Vamos al lío!
El carrillón, tradición centenaria
Primero de todo, hay que empezar por lo básico. El carrillón es un instrumento de percusión que consiste en varias campanas que se golpean de dos maneras diferentes: manualmente con un martillo, o a partir de una especie de teclado que accionan unos martillos que tocan las campanas (algo así como un piano de campanas). La primera forma, más rudimentaria, se conoce desde el siglo XI, mientras que la segunda, mucho más sofisticada, fue creada y desarrollada en Flandes a partir del siglo XV. En este artículo nos centraremos en la segunda.
La importancia de esta tradición para la región flamenca le ha valido para liderar un proyecto de salvaguardia llevado a cabo por la Unesco, en el que se incluyen su preservación, su transmisión, sus intercambios y su sensibilización.
Aunque podemos encontrar numerosos carrillones en los diversos campanarios flamencos, la cultura del carrillón toma su mayor importancia en Malinas. Aunque el primer carrillón flamenco se encuentra registrado en Alost, fue en esta ciudad donde se concentrarían los mejores maestros en la materia, los cuales perfeccionarían la técnica y establecerían, a principios del siglo pasado, la escuela del carrillón.
El sonido de las campanas que suenan cada cierto tiempo es algo muy característico de las ciudades flamencas. Sin embargo, tras el apogeo de los siglos XVI y XVII, esta tradición decayó durante el siglo XIX. Fue la ciudad de Malinas la encargada de retomar este arte y llevarlo hasta todos los rincones del mundo. Por estas razones, Malinas se postula como la “capital” del carrillón.
¿Un “tour del carrillón”?
Sí, sin duda. Desde Malinas son plenamente conscientes del papel que juegan en la actualidad como difusores y protectores del arte del carrillón. A su vez, lógicamente ven en él una forma de darse a conocer y de atraer visitantes. La ruta del “metal pesado” es una bonita forma de mostrar esta tradición a todos aquellos que estén interesados en conocerla. La ruta se divide en cinco paradas que nos llevan por diferentes partes del centro de la ciudad y sus alrededores.
Primera parada: La casa de Michiels
Edwards Michiels fue un artesano que fundó, en 1860, una empresa de construcción y reparación de relojes grandes y carrillones. En 1890 compraría esta casa en el número 6 de la Korenmarkt, y establecería en su patio trasero su taller de reparaciones. Se trata de unos de los primeros impulsos para que la cultura del carrillón saliese de su decadencia.
Segunda parada: El jardín de San Martín
Alrededor de un pequeño y tranquilo parque a, literalmente, una calle del centro de la ciudad, encontramos el pabellón Adèle Colson, dedicado a la primera mujer en graduarse de la escuela del carrillón y en ejercer como profesional. En él, encontramos un pequeño carrillón usado actualmente por la escuela de este instrumento.
Cuando fui a entrar, tuve la suerte de toparme con una alumna de la propia escuela del carrillón que estaba practicando. Pude charlar con ella y me dejó grabar un poco de su ensayo para el vídeo que tenéis más abajo. Si ya de por sí este instrumento impresiona, escucharlo de una manera tan íntima y tan cercana, fue algo maravilloso. ¡No podéis desaprovechar la oportunidad de probar suerte y ver si hay alguien tocando!
Tercera parada: Grote Markt
Casi a los pies de la catedral encontramos la Grote Markt de Malinas. Aquí encontramos un cable que conecta el ayuntamiento directamente con la torre del campanario. La razón la encontramos en una tradición que se remonta a finales de la Segunda Guerra Mundial. En 1946, se instala un nuevo teclado en uno de los dos carrillones de la catedral de San Rumoldo. A partir de entonces, a través del cable se lanzan veinte campanas gigantes que van soltando unas 20 campanas pequeñas que contienen números. Si eres el ganador, ¡puedes llevarte para ti una campana de Malinas!
Cuarta parada: Jef Denyplein
Damos un pequeño rodeo para llegar a esta pequeña plaza homenaje a Jef Denyn. No podemos concebir la situación actual del carrillón en Malinas sin el importantísimo papel de esta figura. Nacido en Malinas a finales del siglo XIX, aprendió a tocar el carrillón por su padre y estudio ingeniería, lo que combinó para mejorar la tecnología del carrillón y ayudar al auge de popularidad del instrumento a principios del siglo XX. Él fundaría, en 1922, la actual escuela del carrillón que, tras su muerte, tomaría su nombre.
Esta plaza conmemora no solo su labor por la ciudad, sino recuerda que, desde esa misma esquina, la gente se agrupaba para escuchar los conciertos que llevaba a cabo desde la torre del campanario.
Última parada: La catedral de San Rumoldo
Y aquí nos encontramos por fin. La catedral de San Rumoldo. La torre que lleva el mismo nombre es una de las dos únicas en el mundo con dos carrillones. El más antiguo de todos, con 49 campanas, se considera el prototipo perfecto en el que basarse a la hora de construir un carrillón nuevo. Todo gracias a los cambios innovadores que introdujo Jef Denyn. Unas cinco veces por hora, el carrillón es tocado automáticamente, y su sonido se deja escuchar en prácticamente toda la ciudad.
El carrillón nuevo fue colocado en 1981. Con 49 campanas (algunas de un tamaño verdaderamente descomunal), es el carrillón más pesado de toda Europa, con un peso de, aproximadamente 40 toneladas.
También podemos encontrar varios carrillones por toda la ciudad de Malinas, un total de seis. Uno de ellos se encuentra en la iglesia de Onze-Lieve-Vrouw-over-de-Dijle, que se puede visitar de manera gratuita.
Por su parte, la escuela del carrillón Jef Denyn también está abierta a visitas, pero estas deben de ser reservadas en la oficina de turismo de Malinas y solo se pueden hacer de manera grupal. Una visita de dos horas cuesta 140 euros, con 25 personas como máximo por grupo, y se recomienda reservar con mucha antelación.
El carrillón es un patrimonio mundialmente conocido, y encuentra en Malinas su rincón más especial. La ciudad se encuentra a escasos veinte minutos de Bruselas y muy próxima a otras grandes ciudades como Amberes o Gante. ¿Os vais a perder la oportunidad de conocer la magia que desprende el sonido del carrillón y toda su historia? Para más información, podéis pinchar aquí y aquí.
¡Nos vamos viendo!
Jose
¡Qué ilusión me hace estar escribiendo por fin estas palabras! A partir de este mes de febrero empiezo como corresponsal de Erasmus en Flandes y tengo muchas ganas de enseñaros mi trabajo. Recoger el testigo de Yolanda en cuanto al tema de Patrimonio es todo un honor.
Antes de nada, me presento. Me llamo José Manuel Ortega y tengo 20 años. Nací en Granada, pero he vivido toda mi vida en La Línea de la Concepción, un pueblo de Cádiz. Estudio Traducción e Interpretación en la Universidad de Granada y, actualmente, estoy realizando un intercambio Erasmus en Bruselas de curso completo.