Se acerca el verano y nos entran las ganas de ir a la playa. En Bélgica hay varias ciudades que son conocidas por llenarse en verano de gente. Quizá os suenen los nombres de Knokke-Heist, De Panne, Nieuport… pero esta publicación la voy a dedicar a la ciudad de Ostende.
Ostende (llamada Oostende en neerlandés) es una ciudad flamenca, situada en el centro de la costa belga. Oos significa este y ende extremidad. Es conocida por su puerto y por su playa de arena blanca, lo cual hace que sea una de las más parecidas a la mayoría de playas españolas. No es uno de los lugares más conocidos de Flandes, pero se encuentra a tan solo 10 minutos de Brujas. La forma más sencilla de llegar desde Bruselas es en tren y se tarda aproximadamente una hora y diez minutos. Hay gente que lo compara con el “Benidorm flamenco” por la gran cantidad de turistas ingleses que la visitan.
Durante el día es una ciudad llena de gente, especialmente en el centro, el cual está lleno de tiendas y pequeños centros comerciales. A pesar de ser una ciudad costera y bastante comercial, cuenta también con una gran riqueza cultural.
Lo que no os podéis perder es la impresionante Catedral de San Pedro y San Pablo, un edificio gótico que, a pesar de haber sufrido un incendio y daños de gran consideración a causa de la Segunda Guerra Mundial, está muy bien conservado.
Tampoco os podéis perder el buque Mercator: un navío de tres mástiles que fue buque escuela, pero que hoy se conserva en su estado original y alberga todo tipo de objetos exóticos de todas partes del mundo. Tiene un precio de 4 euros y está abierto de 10 a 17h.
Otra visita obligada es el Fuerte de Napoleón, que fue construido en 1810 por las tropas napoleónicas para defenderse de Inglaterra. Durante las dos guerras mundiales se ha utilizado por los alemanes y ahora mismo es un museo. Tiene forma de un pentágono de 28 metros de largo . También es conocido el restaurante de lujo de su interior… aunque como ya he dicho, es caro y no es asequible para todos. La entrada cuesta 5 euros por persona y abre de 10 a 18h.
Otro de los puntos obligatorios de nuestra visita es el paseo marítimo Alberto I, lleno de altos edificios (para ser Bélgica, son bastante altos), casinos y restaurantes.
Cuando lleguéis a este paseo, en concreto a la Plaza Héroes del mar, veréis unas piedras rocas gigantes, llamadas Rock Extraño. Consiste en una obra de arte del Trienal de Arte Contemporáneo Beaufort. Es necesario que lo veáis para que lo juzguéis vosotros mismos, porque supone una obra de arte que llama bastante la atención.
Si seguimos paseando por el paseo marítimo, llegaremos a las Galerías Reales, las cuales se construyeron para proteger la pista de carreras de la realeza de la lluvia y el viento. Tienen 400 metros de longitud y su estilo es el neoclásico.
Si os gustan los parques, en Ostende tenéis que ir a Leopoldpark, un pequeño parque en el que encontraréis un lago y un reloj muy original situado en el centro del mismo parque.
Y en cuanto a comer y beber… os recomiendo que vayas al mercado que hay cerca de la estación, en el que podréis encontrar todo tipo de marisco a buen precio, a pesar de ser totalmente turístico. Lo mejor son los mejillones y las croquetas de gambas. ¡La verdad es que se agradece! Y para beber os recomiendo el Café Botteltje, lo más parecido al Delirium Cafe. Cuenta con unas 300 cervezas que podéis ver en su menú de unas 30 páginas. Se encuentra en Louisastraat 19.
Y dicho esto… ¡aprovechad un día soleado e id a la playa!