En el Museo de Bellas Artes de Gante, tuvo lugar el pasado uno de febrero, la inauguración de esta inigualable exposición.
“Una Revolución Óptica” nos abre una ventana por la que observar a este enigmático artista, Jan Van Eyck, de cuya extensa obra se conservan en la actualidad apenas una veintena de cuadros.
A través de trece salas se nos invita a ir desvelando poco a poco, quien fue este gran artista, en qué contexto socio económico y cultural nace su obra y sobre todo, por qué un solo pintor con tan pocas obras conservadas en la actualidad, merece semejante despliegue audiovisual.
En esta exposición, podemos encontrar algunas de las grandes obras del propio Jan Van Eyck, como los ocho paneles exteriores de “El Cordero Místico” y las tablas interiores de “Adán y Eva”. Así como cuadros de su taller, cuya técnica se asemeja mucho a la del artista. Esto permite hacernos una idea de cómo fueron las obras elaboradas por Van Eyck, cuyo paradero a día de hoy, es desconocido. Además, para adentrarnos aún más en el contexto artístico, también encontramos obras de artistas italianos contemporáneos como Fra Angelico, Pisanello y Masaccio.
Jan Van Eyck vivió en Flandes durante el siglo quince, periodo que coincide con un florecimiento de la economía y el comercio de las ciudades flamencas. Además, es nombrado pintor de Felipe el Bueno, Duque de Borgoña, lo que le permitió acercarse a la nobleza y conseguir numerosos encargos de nobles y eclesiásticos.
Seguro que os estaréis preguntando, ¿Qué tenía este artista de especial para ser considerado en la actualidad todo un genio?
Si tuviéramos delante nuestro, ahora mismo un cuadro suyo, lo comprenderíais sin necesidad de palabras… Van Eyck era capaz de tomar pintura al óleo y convertirla con su pincel en relucientes joyas preciosas, que nos hacen caer en la tentación de acercar la mano al cuadro en un impulso de alcanzarlas; es capaz de hacernos sentir el tacto y la caída de una tela, transmitirnos la frescura del agua o la transparencia del vidrio con un manejo perfecto de luces y sombras.
Es capaz de reflejar cada detalle tal y como lo presenciamos en la realidad, las briznas de hierba se agitan con el viento, los cabellos de ángeles reposan sobre sus suaves alas llenas de hermosas y mullidas plumas. Incluso si prestamos atención, podemos sentir las venas del tobillo de Adán palpitando bajo su tersa piel. Cada detalle imaginable, Van Eyck era capaz de atraparlo en sus cuadros… tan sólo debemos acercarnos un poco para poder sentir que los ojos de sus retratos cobran vida, nos observan y hablan…
¡Y no solo eso! Tal es el realismo de sus obras y el manejo de la luz, que introduce en sus cuadros varios focos que iluminan cada ángulo y rincón del cuadro de manera concreta y exhaustivamente estudiada. Se apoya además, en un dominio perfecto de la perspectiva atmosférica, lo que le permite generar una apabullante sensación de profundidad.
Los cuadros de Van Eyck, cobran forma ante nuestros ojos; las imágenes en teoría planas se vuelven tridimensionales, todo tiene un lugar y un sentido; una detallada armonía celestial que nos atrapa dentro de la obra.
Podría seguir horas y horas describiendo la fascinante técnica de este genio. Pero si de verdad queréis quedaros asombrados por su grandeza, no os queda más opción que visitar esta cautivadora exposición.
Más os vale que os deis prisa, pues las entradas vuelan… A día de hoy, no queda ni un fin de semana disponible de todo el mes de marzo. Os dejo aquí el link con los horarios, la venta de entradas y las ofertas para grupos. Espero que lo disfrutéis tantísimo como yo. Nos vemos pronto.
Mi nombre es Luna, tengo 20 años y vivo en Madrid. En general soy una apasionada de la vida, de los viajes, el arte, la música, el baile, el surf, el mar, la escalada… todo lo que suponga una aventura para mí siempre será un SÍ.
Este semestre mi aventura comienza fuerte: me he mudado a Brujas ¡La ciudad de ensueño! Y aunque apenas lleve aquí una semana, os puedo asegurar que así es. Todas las calles están bañadas de un aura especial, casi mágica.
Recuerdo una de las primeras noches aquí, entre las vacaciones y la lluvia las calles estaban vacías. Paseando a la luz de las farolas, sentí como si me transportara a otra era… Los suelos empedrados, el musgo creciendo por las paredes de una gran iglesia gótica, cuyas vidrieras relucían con luz propia. Todo parecía salido de un precioso y enigmático cuento medieval.