Pasear por el Parque de Bruselas, tomar algo en uno de sus kioskos y llegar hasta el Palacio Real para disfrutar de la belleza de la zona fue uno de mis planes favoritos al llegar a Bruselas. La gran avenida de piedra, la grandeza del edificio, los jardines reales, los detalles dorados del vallado hacen de este lugar un espacio tranquilo y majestuoso frente al ajetreo y suciedad de otras partes de la ciudad.
¿Cuándo visitarlo?
El Palacio Real se encuentra abierto al público solo durante una pequeña temporada cada año: desde el 21 de julio (día nacional de Bélgica) hasta principios de septiembre. Puede visitarse de forma gratuita y, en esta ocasión, debido al COVID, era necesario sacar entradas seleccionando un horario concreto para tu visita de 10:30 a 17:00.
Detalles históricos
Es un palacio del siglo XIX que pasó por varios propietarios, siendo Leopoldo II el más notable, debido a la gran reforma que este llevó a cabo en el mismo. El resultado de estas reformas es lo que hoy en día podemos ver cuando visitamos el Palacio Real.
El interior del Palacio Real
Había oído que muchos apodan al palacio “el Versalles belga”, y tras mi visita, pude entender por qué. Una gran escalera de mármol te recibe a tu entrada al palacio, con una preciosa estatua de Minerva. Un recibimiento que, sin duda, te transporta a otra época. Grandes y numerosas lámparas de araña iluminan las principales salas. Tapices basados en pinturas de Goya visten algunas de sus paredes. La Sala del Trono decorada por bajorrelieves de Rodin. En el Palacio Real de Bruselas hay tanta belleza que en ocasiones es difícil saber a dónde mirar.
Independientemente de la belleza incesante del palacio y el valor del arte que este alberga, me impacto especialmente a Habitación de los Espejos, sala que el artista Jan Fabre decoró con más de un millón de brillantes caparazones de escarabajos tailandeses, resultando en un brillante manto verdoso que cubre el techo y una de las lámparas, captando la atención de todo el que visita la habitación.
Os invito a que descubráis vosotros mismos las innumerables maravillas del Palacio Real de Bruselas en cuanto tengáis ocasión. ¡No os arrepentiréis!