Bruselas es una ciudad fascinante. Desde el primer segundo que la pisé durante mi ERASMUS me quedé pensando por qué no había ido a parar allí antes. A mí que se me ocurrió nacer un bonito día de abril de hace 26 años en una ciudad pequeñita como Murcia, ver un lugar con tantos y tantos matices (étnicos, culturales, y un largo etcétera) me pareció algo salido de la clásica historia hollywoodense de: “chico de campo va a la ciudad y se queda mirando todo con cara de pasmado, hasta que una mujer se pone en su camino”, y ya sabéis el resto.
Eso me pasaba hace diez meses durante mi estancia en Malinas, siempre deseaba escapar hacia aquí. Y hoy, por fin lo he conseguido. Tengo un pequeño kot en el centro, tengo mucho tiempo libre para invertir en conocer esta ciudad, tengo una cámara para mostrárosla y tengo las ganas de conocer todos y cada uno de los rincones de una de las ciudades más importantes de Europa.
Espero que estos dos meses que pase entre gofres, cultura, música, flores, parques, mussels con patatas, las famosas fries, europarlamentarios, festivales, vida sana (y no tan sana), cervezas y más cosas que se pueden ver y hacer en esta ciudad, os sirvan para enamoraros tanto o más que yo de ella. O dejadme que os la enseñe, por eso estoy aquí.