Hace pocos días, visité un pueblo muy chico, pero increíblemente bonito y con mucha esencia, y hoy lo voy a compartir con vosotros.
El pueblo en cuestión se llama Watou, y es un pequeño municipio de la provincia del Flandes Occidental de tan solo 1.881 habitantes. Se encuentra junto en la frontera francesa, con municipios franceses vecinos como Steenvoorde, Godewaarsvelde y Boeschepe. No es ningúna sorpresa que Watou se encuentre en la lista de los 50 pueblos más bellos de Flandes, según VisitFlanders. Además del pueblo en sí, la aldea de Abele también forma parte de Watou.
Watou tiene mucho que ofrecer, desde arte urbano, hasta increíbles iglesias, grandes zonas rurales y cafeterías con mucho rollo.
Lugares de interés
La Iglesia de San Bavón
Pese a que antiguamente era una iglesia románica de la segunda mitad del siglo XII, en el siglo XVI fue reformada en una iglesia gótica. La nueva iglesia aún conserva cosas de la original, como la parte de ladrillo de la nave y la parte inferior de la torre. En su interior se encuentran las primeras tumbas de Watou, datadas en el siglo XVII.
Cementerio de Watou
El cementerio municipal de Watou está ubicado en el centro del pueblo, alrededor de la Iglesia de San Bavón. En el lado norte, junto a la iglesia, hay 12 tumbas militares británicas de soldados fallecidos durante la Primera Guerra Mundial, mantenidas por la Commonwealth War Graves Comission.
Os recomiendo mucho entrar y dar un paseo por sus jardines.
Fábricas de cerveza: Boruwerij Van Eecke y Brewery St. Bernard
Boruwerij Van Eecke es una cervecería familiar belga que se hizo conocida por su línea de cervezas de abadía Kapittel. Por otra parte, Brewery St. Bernard es otra fábrica belga con gamas como St. Bernardus Tripel, Watou Tripel y Grottenbier.
Obras de arte
El pueblo está compuesto por diversas manifestaciones artísticas como el proyecto Mosaic (1988) de Heyrman, Claus Monument (1993) de R. Raveel; Polo de comunicación (1985) de Beeckman y el Monumento de Browers (1982) de A. Vandromme.
Lo mejor es dar un paseo e ir descubriendo poco a poco todas las obras que el pueblo tiene que ofrecer.
Soy Núria, una catalana de veintidós años que lleva esperando su Erasmus en Flandes desde antes de empezar la carrera. Me encanta leer, escribir y hablar. Escuchar también, me encanta aprender cosas nuevas. No podría vivir sin arte. Cuando estoy triste escucho música y cuando estoy feliz también. Amo comer, supongo que el amor por la comida me viene de mi padre. En mi casa, siempre hemos sido de probar platos típicos de otras culturas, y no solo eso, de aprender a cocinarlos también.
Desde los catorce, tuve claro a qué me quería dedicar. Mi sueño era bastante específico: estudiar periodismo en Madrid. Luego, llegó el bachillerato y con ello las clases de economía. Nunca pensé que me fuera a gustar algo así, pero vaya si me gustó… La economía me generaba una curiosidad tan grande, que la puse de primera opción junto con ADE. De esta forma, en 2016, empecé un doble grado en economía y ADE. Descubrí un mundo nuevo, y fui consciente de lo importante que era la economía para ayudar a la gente. Comprendí que los economistas son importantes, pero no para lo que cree la mayoría de la gente. Ellos pueden elaborar modelos para reducir la pobreza, extinguir la corrupción e incluso evitar guerras. A medida que aprendía más cosas, mi amor por la economía crecía. Hoy, la economía me apasiona, de esto no tengo ninguna duda, pero el periodismo aún forma parte de mí.