Señoras y señores, bienvenidos sean todos. El capitán ya da la orden de salida; los marineros elevan las anclas; los jóvenes pasajeros saludan nerviosos desde la barandilla; madres con pañuelos, amigos risueños y novios pesarosos se despiden abajo en tierra firme…
-PUU… PUU… PUU…-
¡Zarpamos! Hoy nos embarcamos en un viaje único e inmenso, misterioso y fascinante, intenso y embriagador… ¡Nos vamos de Erasmus a Amberes!
Pero y ¿Por qué Amberes? Antes de llegar, esto era lo que yo os podía contar a cerca de la ciudad y mis motivaciones para elegirla:
Antwerp, Antwerpen, Anvers, Amberes, (ya solo sus múltiples nombres nos dan una idea de su multiculturalidad): se trata de una ciudad flamenca con una larga y florida historia de la que espero poder impregnarme, con un idioma distinto al mío del que analizar y disfrutar su melodía, con una famosa tradición cervecera, chocolatera, diamantera (confieso que no planeo ser consumidora de este último producto autóctono).
Una ciudad ruidosa, que te ofrece un sinfín de planes y eventos diarios de los que disfrutar mientras recorres sus calles en bicicleta, no sólo entendida esta como medio transporte, sino como un estilo de vida a la par sano y bohemio.
Una polifacética ciudad, con sus grotescos rincones en el centro histórico que te incitan a no irte sin antes fotografiarlos: la plaza de Grote Markt con su famosa fuente (según las leyendas es el héroe que lanzo la mano del más malvado villano, dando así nombre a la ciudad); contrastando con el moderno y alternativo barrio de Zuid; el famosísimo palacete del pintor Rubens conocido allá en todo el mundo por “Las Tres Gracias”; las maravillosas vistas panorámicas desde el MAS; la altísima catedral; o el intrigante e imponente castillo de Hetsteen. Esto, solo en un intento de nombrar las paradas más llamativas, y para meter en materia a los semiciegos que todavía no han tenido el placer de ser presentados a esta bonita ciudad.
Como extra, mencionar su estratégica situación (cerquita del mar) y con accesibles trenes que permite recorrer toda la preciosa costa belga capturando puestas de sol, o quizás amanecer surfeando en las playas de la región de Oostende.
Por lo tanto, si alguien osa preguntarme por motivaciones para ir, yo rápidamente os responderé: ¡¿Pero, qué?! Sería mucho más fácil preguntar al revés, ¡¿Cómo no irse?!
Si me acompañáis, os demostraré que soy capaz de transmitir los sentimientos que me genere cada rincón de la ciudad, y conmover con ello a todos aquellos que leáis mis posts, dejando siempre un poco de misterio reservado para los que deseen ir en persona a disfrutar de tan fantástica experiencia.